jueves, 1 de octubre de 2009

Compartiendo Literatura * Parte II

“Siendo reportero policial del diario “Crítica” en el año 1927, tuve una mañana del mes de setiembre que hacer una crónica del suicidio de una sirvienta española, soltera, de veinte años de edad, que se mató arrojándose bajo las ruedas de un tranvía que pasaba frente a la puerta de la casa donde trabajaba, a las cinco de la madrugada.

Llegué al lugar del hecho cuando el cuerpo despedazado había sido retirado de allí. Posiblemente no le habría dado ninguna importancia al suceso (en aquella época veía cadáveres casi todos los días) si investigaciones que efectué posteriormente en la casa de la suicida no me hubieran proporcionado dos detalles singulares.

Me manifestó la dueña de casa que la noche en que la sirvienta maduró su suicidio, la criada no durmió.

Un examen ocular de la casa de la criada permitió establecer que la sirvienta no se había acostado, suponiéndose con todo fundamento que ella pasó la noche sentada en su baúl de inmigrantes (hacía un año que había llegado de España). Al salir la criada a la calle para arrojarse bajo el tranvía se olvidó de apagar la luz. La suma de estos detalles me produjo una impresión profunda.

Durante meses y meses caminé teniendo ante los ojos el espectáculo de una pobre muchacha triste que sentada a la orilla de un baúl, en un cuartucho de paredes encaladas, piensa en su destino sin esperanza, al amarillo resplandor de una lamparita de veinticinco bujías.

De esa obsesión, que llego a tener caracteres dolorosos, nació esta obra que, posiblemente nunca hubiera escrito de no haber mediado Leonidas Barletta. [...] el estreno, las representaciones [...] me han convencido de que si técnicamente no he construido una obra perfecta, la dosis de humanidad y piedad que hay en ella llega al público y lo conmueve por la pureza de su intención."



Roberto Arlt

domingo, 27 de septiembre de 2009

Compartiendo Literatura * Parte I

●Yo no tengo la culpa ●
Roberto Arlt de "aguafuertes porteñas"

Yo siempre que me ocupo de cartas de lectores, suelo admitir que se me hacen algunos elogios. Pues bien, hoy he recibido una carta en la que no se me elogia. Su autora, que debe ser una respetable anciana, me dice:
"Usted era muy pibe cuando yo conocía a sus padres, y ya sé quién es usted a través de su Arlt". Es decir, que supone que yo no soy Roberto Arlt. Cosa que me está alarmando, o haciendo pensar en la necesidad de buscar un pseudónimo, pues ya el otro día recibí una carta de un lector de Martínez, que me preguntaba:
-"Dígame, ¿usted no es el señor Roberto Giusti, el concejal del Partido Socialista
Independiente?"
Ahora bien, con el debido respeto por el concejal independiente, manifiesto que no; que yo no soy ni puedo ser Roberto Giusti, a lo más soy su tocayo, y más aún: si yo fuera concejal de un partido, de ningún modo escribiría notas, sino que me dedicaría a dormir truculentas siestas y a "acomodarme" con todos los que tuvieran necesidad de un voto para hacer aprobar una ordenanza que les diera millones.
Y otras personas también ya me han preguntado:
-"¿Dígame, ese Arlt no es pseudónimo?".
Y ustedes comprenden que no es cosa agradable andar demostrándole a la gente que
una vocal y tres consonantes pueden ser un apellido.
Yo no tengo la culpa que un señor ancestral, nacido vaya a saber en qué remota aldea
de Germanía o Prusia, se llamara Arlt. No, yo no tengo la culpa.
Tampoco puedo argüir que soy pariente de William Hart, como me preguntaba una
lectora que le daba por la fotogenia y sus astros; mas tampoco me agrada que le pongan
sambenitos a mi apellido, y le anden buscando tres pies. ¿No es, acaso, un apellido elegante, sustancioso, digno de un conde o de un barón? ¿No es un apellido digno de figurar en chapita de bronce en una locomotora o en una de esas máquinas raras, que ostentan el agregado de "Máquina polifacética de Arlt"?
Bien: me agradaría a mí llamarme Ramón González o Justo Pérez. Nadie dudaría, entonces, de mi origen humano. Y no me preguntarían si soy Roberto Giusti, o ninguna lectora me escribiría, con mefistofélica sonrisa de máquina de escribir: "Ya sé quién es usted a través de su Arlt".
Ya en la escuela, donde para dicha mía me expulsaban a cada momento, mi apellido comenzaba por darle dolor de cabeza a las directoras y maestras. Cuando mi madre me llevaba a inscribir a un grado, la directora, torciendo la nariz, levantaba la cabeza, y decía:
-¿Cómo se escribe "eso"?
Mi madre, sin indignarse, volvía a dictar mi apellido. Entonces la directora,
humanizándose, pues se encontraba ante un enigma, exclamaba:
-¡Qué apellido más raro! ¿De qué país es?
-Alemán.
-¡Ah! Muy bien, muy bien. Yo soy gran admiradora del kaiser -agregaba la señorita. (¿Por qué todas las directoras serán "señoritas"?) En el grado comenzaba nuevamente el vía crucis. El maestro, examinándome, de mal talante, al llegar en la lista a mi nombre, decía:
-Oiga usted, ¿cómo se pronuncia "eso"? ("Eso" era mi apellido.) Entonces,
satisfecho de ponerlo en un apuro al pedagogo, le dictaba:
-Arlt, cargando la voz en la ele.
Y mi apellido, una vez aprendido, tuvo la virtud de quedarse en la memoria de todos
los que lo pronunciaron, porque no ocurría barbaridad en el grado que inmediatamente no
dijera el maestro:
-Debe ser Arlt.
Como ven ustedes, le había gustado el apellido y su musicalidad.
Y a consecuencia de la musicalidad y poesía de mi apellido, me echaban de los grados con una frecuencia alarmante. Y si mi madre iba a reclamar, antes de hablar, el director le decía:
-Usted es la madre de Arlt. No; no señora. Su chico es insoportable.
Y yo no era insoportable. Lo juro. El insoportable era el apellido. Y a consecuencia de él, mi progenitor me zurró numerosas veces la badana.
Está escrito en la Cábala: "Tanto es arriba como abajo". Y yo creo que los cabalistas tuvieron razón. Tanto es antes como ahora. Y los líos que suscitaba mi apellido, cuando yo era un párvulo angelical, se producen ahora que tengo barbas y "veintiocho septiembres",
como dice la que sabe quién soy yo "a través de su Arlt".
Y a mí, me revienta esto.
Me revienta porque tengo el mal gusto de estar encantadísimo con ser Roberto Arlt.
Cierto es que preferiría llamarme Pierpont Morgan o Henry Ford o Edison o cualquier otro "eso", de esos; pero en la material imposibilidad de transformarme a mi gusto, opto por acostumbrarme a mi apellido y cavilar, a veces, quién fue el primer Arlt de una aldea de Germanía o de Prusia, y me digo: ¡Qué barbaridad habrá hecho ese antepasado ancestral para que lo llamaran Arlt! O, ¿quién fue el ciudadano, burgomaestre, alcalde o portaestandarte de una corporación burguesa, que se le ocurrió designarlo con estas inexpresivas cuatro letras a un señor que debía gastar barbas hasta la cintura y un rostro surcado de arrugas gruesas como culebras?
Mas en la imposibilidad de aclarar estos misterios, he acabado por resignarme y aceptar que yo soy Arlt, de aquí hasta que me muera; cosa desagradable, pero irremediable. Y siendo Arlt no puedo ser Roberto Giusti, como me preguntaba un lector de Martínez, ni tampoco un anciano, como supone la simpática lectora que a los veinte años conoció a mis padres, cuando yo "era muy pibe". Esto me tienta a decirle: "Dios le dé cien años más, señora; pero yo no soy el que usted supone".
En cuanto a llamarme así, insisto: Yo no tengo la culpa.

Continuará…

● Sábados 22.30hs ●
Teatro del Viejo Palermo * J.A. Cabrera 5567
Llamá al 4777-4900 o envianos un e-mail a:
300millonesdearlt@gmail.com
Enterate de mas en:
http://300millonesderobertoarlt.blogspot.com/



"Sofía, una sirvienta inmigrante de principios de siglo, trata de escapar de la oscura realidad que la rodea y los constantes abusos del hijo de la patrona, es víctima de un sueño, plagado de fantasmas vanos y pueriles, que la torturan cruelmente."

sábado, 26 de septiembre de 2009

300 Millones * La Obra





“Siendo reportero policial del diario “Crítica” en el año 1927, tuve una mañana del mes de setiembre que hacer una crónica del suicidio de una sirvienta española, soltera, de veinte años de edad, que se mató arrojándose bajo las ruedas de un tranvía que pasaba frente a la puerta de la casa donde trabajaba, a las cinco de la madrugada.





Un espectáculo en el que conviven algunos datos de la estética del expresionismo Alemán, integrando a la puesta el lenguaje del teatro de sombras, logrando destacar una atmosfera onírica y de extrañamiento, dentro del marco de ensueño carateristico de esta compleja pieza de Roberto Arlt



“Siendo reportero policial del diario “Crítica” en el año 1927, tuve una mañana[...]" Roberto Arlt


Ficha técnico artística


Autor: Roberto Arlt


Actuan: Estefanía Zerbino, Leonardo Crínigan, Natalia Mancini, Laura Garcia, Leonel Di Napoli, Ezequiel Rodriguez Pose, Josefina Maria Vassallo, Dario Bolotnikoff, Ana Julia Ceruti, Abril Suescun y Juan Camilo Luna.
Escenografía: Vìctor Salvatore
Asistente escenográfico: Andres Rándolvsky
Vestuario: Samantha Erica Pavlovich
Música original: Sebastian Anús
Músicos: Estefanía Zerbino y Federico Ochoa
Iluminación: Raúl Nogueira
Sonido: Rodrigo Mejuto
Fotografía: Ulises Levanavicius - Felipe Tolengo
Diseño gráfico: Leonardo Crínigan
Prensa: Celeste Corraro, Eva Errandonea
Montaje de sombras: Ana Utrero
Asistencia de dirección: Josefina María Vassallo
Dirección Gral. y Puesta en escena: Leonel Di Napoli



Sábados 22.30hs
Hacé tu reserva!!
Teatro del Viejo Palermo * J.A. Cabrera 5567
Llamá al 4777-4900